martes, 6 de enero de 2015

Final de año de Jorge Luis Borges

Ni el pormenor simbólico  
de reemplazar un tres por un dos
ni esa metáfora baldía  
que convoca un lapso que muere y otro que surge
ni el cumplimiento de un proceso astronómico  
aturden y socavan  
la altiplanicie de esta noche  
y nos obligan a esperar  
las doce irreparables campanadas.  
La causa verdadera  
es la sospecha general y borrosa
del enigma del Tiempo;  
es el asombro ante el milagro  
de que a despecho de infinitos azares,
de que a despecho de que somos
las gotas del río de Heráclito,  
perdure algo en nosotros:  
inmóvil, algo que no encontró lo que buscaba.

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